3 ficciones de lo mismo

Autor: Huáscar Vega

 

Mono Mayor

Ayer, hoy y mañana

Madera Mara

Mientras Abel pensaba en lo acontecido este último jueves santo, mientras procuraba olvidar pero en lugar de eso recordaba, mientras eso pasaba, el tipo que lo despidió, Johnny Mara, tampoco podía dejar de pensar en lo acontecido, Johnny estaba en una sala con cuatro personajes, dos eran empresarios chilenos y los restantes, eran comandantes de la inteligencia mapochina. Una reunión singular donde casi todos conversaban de pié, menos el dueño del matutino y dueño de la vida de más de 300 empleados (excepto la de Abel, pues ayer lo despidió). Ya era viernes, y ambos todavía revivían lo acontecido en jueves santo.

En la reunión están hablando de un coloso periodístico que al mismo tiempo padece de enanismo económico. Es una empresa que le debe a casi todos. Por ejemplo, varios millones de dólares en impuestos al gobierno boliviano y varias decenas de millones de dólares a esos cuatro personajes.

En una pizarra están resumidos los puntos, sólo se espera la decisión y quizá un brindis. Los puntos son:

· Antecedentes.-Estamos perdiendo control de la información

· Objetivo.- Retomar el control

· Método.- Manejar medios de comunicación

· Premisa.- En todo hay que mantener el "sello de bolivianidad" que ha cultivado el periódico

· Decisión (a).- Condonar y pagar la millonaria deuda del periódico y además, comprar una red televisiva a nivel nacional

· Decisión (b).- Declarar en quiebra al periódico, luego, despedir al personal y ayudar a nuestra gente en la penetración de todos los otros medios, especialmente los televisivos.

Deben escoger entre la decisión (a) o (b). Cada uno de los presentes se aleja y piensa. Uno de ellos parado frente a una esquina de la habitación, parece como si hablara con la pared, otro está en el pretil de la chimenea garabateando en un papel rectángulos y rombos, otro camina unos pasos, se detiene, se bambolea unos instantes mientras se rasca la ceja izquierda y vuelve a caminar unos pasos, otro de ellos parece como si mirara al Illimani por la ventana, pero en realidad mira al vacío, mientras estrella acompasadamente el puño derecho en la palma izquierda. Obviamente Johnny Mara está en la sala y parece que pensara en la decisión (a) o (b), pero en realidad, está recordando la rabia y parsimonia con la cual se acercó hasta Abel y le dijo: "Eres un hijo de puta". Luego se alejó con su famosa mueca sonrisa, mientras miraba la cara de cojudo del Abel al escuchar esas palabras. Y también recordó que nunca se imaginó que Abel tuviese los cojones para responderle. Nadie le había contestado antes, él estaba seguro que habían demasiados hijos de perra en ese periódico, según él, la única manera de tratarlos era así, a los carajazos, "es la vía para que éstos indios de mierda entiendan", mencionaba cuando algún amigo preguntaba. Además, hasta ayer ninguno le había respondido, todos se quedaron callados, "cojudos de mierda", así pensaba. O creía que pensaba, pues en este momento Johnny Mara no podía sacar a pasear sus neuronas, pues en la mente le resonaba lo respondido por Abel: "Puta será su madre puta será su madre puta será su madre". Y resonaba resonaba y resonaba.

Cuando la votación empezó, uno de los presentes preguntó a los demás mientras anotaba los votos al lado de cada decisión, los cuatro primeros respondieron lo mismo, entonces le tocó a Johnny Mara no seguir atornillando recuerdos, pues le preguntaron: "¿Está usted de acuerdo?… ya somos mayoría, pero necesitamos su voto…" Y él respondió que sí, que estaba de acuerdo. E inmediatamente pensó que decidir (a) o (b) daba lo mismo, que nada importaba ni antes ni ahora ni después.

Hace más de 40 años la inteligencia chilena hechó raíces, y desde entonces los fundadores del periódico se revuelcan en la tumba, quieren vivir para mantener el apellido, necesitan que el tataranieto siga siendo Mara, son muertos recordándole que el periódico nació en defensa de los intereses nacionales, y particularmente en contra de intereses chilenos. Pero éste Mara es un hombre que no escucha muertos ni ancestros, él sólo oye el chin chin de los vasos, el alcohol, las drogas, las putas, y también el clap clap de los aduladores que lo hacen sentir Presidente Director.

La decisión estaba tomada, por ese motivo el dueño de casa buscó un champán. Siguió el brindis, las alegrías y las bromas.

Si Abel estuviese en el brindis, recién entendería porqué la madrugada del 23 de Marzo (día del Litoral boliviano), el Presidente Director entró trastornado al departamento de Redacción, procurando cambiar la primera plana, pero fue imposible, pues ya estaba impresa. Entonces ordenó cambiar la primera plana de la edición en internet, ¿y cual fue el cambio?, borrar un titular anti-chileno.

Pero Abel no está viendo esta escena, ni siquiera ve lo que está ocurriendo en su alrededor, él está reviviendo escenas completamente distintas, está volviendo a tomar los mismos tragos amargos que le tocó sorber en ese ambiente de trabajo. Está volviendo a sangrar por el pasado. Le vuelve a doler la vez que un subalterno en complicidad con el Jefe de Redacción, le tendieron una trampa, y le grabaron una conversación telefónica donde no obtuvieron nada incriminatorio, después, Abel inocentemente denunció este hecho al Presidente Director, ¿y cuál fue el resultado de la denuncia?, al día siguiente apareció un comunicado de Gerencia dónde se indicaba "... se abstengan de hacer llamadas privadas, pues hay un sistema de vigilancia que graba las llamadas". Abel no entendió el mensaje, esperaba otra respuesta. O la vez que le multaron con dos días de haber, pues "no lo vieron" trabajar el dos de enero, ¿y cómo lo van a ver? si Abel trabajó en la mañana y los demás en la tarde, además, trabajó 36 horas continúas del 30 al 31 de diciembre. Esa vez, Abel tampoco entendió el mensaje. O todas las veces que no le pagaron horas extras, o todas las veces que no le pagaron los domingos, o tantos otros mensajes que el pasado le mostraba y que ahora Abel recién comprendía.

A la par, Johnny Mara está absorto en buscar esa madera que él no tiene, esa entereza, esa visión, ese amor al trabajo de los Mara tatarabuelos. Ahora decir Mara, es como un simple apellido, ya no significa madera recia, bella y duradera; ya no es un nombre, un titular, un periódico. Ya sólo es nada. Johnny reflexionaba, se preguntaba si por eso gustaba de gritar a sus empleados, si era su mecanismo de defensa, si lo que le gustaba era la cara de cojudos que ponían cuando escuchaban sus gritos, la manera en que bajaban la cabeza, la forma en que los hombros parecían derretirse cuando él imperiosamente exclamaba: "¡Si quiere, se va ahora mismo!", y entonces se formaba ese silencio chicle, un silencio que se queda pegado por mucho tiempo, un silencio que se estira a medida que el empleado se encoge. Después el empleado exhala lo apropiado para mantener su puesto de trabajo, pues sabe muy bien que el periódico puede condenarlo a una muerte civil, y por causa del desempleo casi no tiene oportunidad de ejercer en otro medio. Cuando Johnny piensa en eso, sonríe hacia adentro, se siente fuerte, se siente grande. Pero no puede olvidar las respuestas de Abel en ese jueves santo, no puede olvidar cuando él le dijo: "Resentido" y Abel replicó: "Señor, por favor no pasemos al plano personal. Por favor sigamos hablando de trabajo" No puede olvidar la cara de cojudo de Abel, su mirada al vacío, y la voz repitiendo "si señor, no señor", hasta que Abel interrumpió y dijo: "Usted me paga para trabajar, no para gritarme, no para insultarme" Y él recuerda que eso le sacudió las neuronas y recuerda que reflexionó por un momento, se dio cuenta que estaba equivocado, que estaba gritando demasiado, que le faltaba madera, que estaba exaltado, que no parecía un Mara, que los Mara no se comportaban así, que quería salir de la Sala de Redacción, que quería pedir disculpas a sus empleados, pedir comprensión... pero hizo todo lo contrario, pues con más rabia se acercó al empleado para regalarle el último de los insultos y decirle "Abel, eres un hijo de puta", y recuerda se dio cuenta que metió la pata, y quiso salir, pero el cojudo de Abel respondió, le contestó a él, al dios de los matutinos, al tataranieto de la bolivianidad, al Presidente Director.

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