Revista COSAS Atraído por la pequeña camarita, casi un juguete en comparación con las grandes máquinas que se usaban en ese entonces todavía para realizar filmes en 35 mm, el joven chuquisaqueño aprendió de un modo intuitivo la magia de capturar imágenes, cortar la realidad y luego recomponerla para presentarla coma un nuevo todo integrado. Eran los primeros años de la década del '40 y el cine en Bolivia estaba en sus primeras gateadas. Ruiz retornó al país en 1944 y tuvo que aguantar 17 largos meses baja bandera "el servicio militar más largo de Ia historia", dice entre sonrisas antes de trabajar para reunir el dinero que le permita comprarse una cámara propia. Después, en su primer arranque nómada, arrastro con él a un grupo de amigos y fue a Rurrenabaque, donde todos embarcaron en una lancha que los llevó rio abajo por el Beni. Esa expedición significó su primer documental: "Viaje al Beni", y la inminente decisión por dedicarse a las imágenes de allí en más. Sin esas dos fortuitas circunstancias, Bolivia no hubiera tenido a uno de los mejores documentalistas del cine mundial, a quien el mes pasado el Estado otorgó uno de sus más altos reconocimientos al nombrarle Premio Nacional de Cultura 2001. Un justo homenaje que, contra la usual, se hizo a tiempo y en vida. Sebastiana, el primer paso Para Pedro Susz, Director
de la Cinemateca Boliviana, Ruiz es un "niño grande, y su
cine tiene de aIgún modo la ingenuidad de un niño. Es una
mirada, si se quiere, un tanto ingenua y bastante naif sobre el mundo
circundante". Esa mirada, agrega, "es de una transparencia absoluta". Pero además de la inolvidable "Vuelve Sebastiana", la filmografía de Ruiz abarca cerca de una centena de títulos, entre cortos, medios y largometrajes. Uno de los que causó mayor sensación al momento de su estreno, en 1959, fue sin duda "La vertiente". Realizada en Rurrenabaque, cuenta la movilización de todo el pueblo para crear su propia fuente de agua potable. "Ellos llegaron para hacer una ficción, pero de algún modo la historia es verídica. El pueblo los miraba, pero cuando vieron que realmente había posibilidades de hacer este desvío y crear una fuente de agua potable, se entusiasmaron y Jorge acabó comprándoselos con su idea", recuerda el compositor Alberto Villalpando, quien trabajó con Jorge Ruiz en la realización de "Mina Alaska" y compartió centenas de horas de tertulia en el café "La lechería", refugio del cineasta y sus amigos en La Paz. Para muchos entendidos, 'La Vertiente" es un hito aparte en la cinematografía boliviana, así como 'Vuelve Sebastiana". Susz explica esto al punto que el largometraje realizado en el Beni "tiene el atrevimiento de salir del mundo andino y ver otra realidad de un país que en ese tiempo estaba todavía más desintegrado que ahora. Segundo, mezcla con una soltura de cuerpo admirable el documental con la ficción. Ruiz no se hace ningún problema teórico de combinar géneros, y consigue en esa mezcla una emoción que yo creo que es, más allá de ciertas ingenuidades que tiene la película, la que todavía le da una vigencia total".
Para el maestro Alberto
Villalpando, Ruiz posee un talento infuso e innato para el cine. El documentalista,
a su vez, asegura que por sobre todos los aspectos, el primordial es la
vocación y al parecer ambas aseveraciones tienen mucho de cierto.
"En todas las películas incluso los largometrajes como "Mina
Alaska" o "La Vertiente" todo lo que yo tenía en
mano eran dos hojitas de papel, con una sinopsis muy elemental de la historia
que íbamos a contar. En el terreno teníamos que ir improvisando,
inventando las situaciones. Ligábamos a la locación y las
cosas eran muy diferentes a como las habíamos pensado. Ahí
sirve la técnica del documental: improvisar y sacarle partido
a la que está", recuerda y recomienda Jorge Ruiz, "La
único que hace cualquiera como Pionero, soñador idealista y un poco loco, como todo quien pretende hacer cine a pesar de las infinitas condiciones adversas en nuestro país, así se podría definir a Jorge Ruiz, Su esposa y compañera desde 1949. (según la extensa biografía Testigo de la realidad",
escrita por José Antonio Valdivia y publicada en 1998, Marina Arellano
admite con ternura que el "siempre ha sido muy bueno y cariñoso",
lo cual facilitó la condición paulatina de una relación
bien asentada. "Al principio cuando él viajaba por meses,
yo solía llorar, pero con el paso del tiempo y gracias a la familia
y los amigos, me fui acostumbrando", recuerda. "Yo solamente
sintetizo el sentimiento por él como la convivencia con una persona
que me ha dado todo, que ha tratado de ser conmigo lo mejor posible y,
sobre todo, me ha dado mucho cariño y mucho amor Ahora me toca
estar a su lado el resto de vida que nos queda", enfatiza la compañera
del realizador con quien tuvo tres hijos: Marina (+), Guillermo y María
Esther "Normalmente, la imagen que uno se hace de las personas que producen obras de arte no coincide después con los seres de carne y hueso. Pero en el caso de Ruiz la coincidencia es total. Yo siempre tuve la imagen de él como de un niño grande, sobre todo porque no tiene la malicia de los adultos. Su hacer cinematográfico tiene muy poca carga teórica, es muy visceral y también muy intuitivo". Ruiz no tenía formación cinematográfica cuando empezó a hacer cine y sin embargo, agrega Susz, "tiene esa chispa, esa intuición que le permite inmediatamente comprender las mejores posibilidades expresivas de su medio". Y eso fue lo que provocó a admiración de gente tan importante como los documentalistas británicos, quienes lo valoraron, siendo una de Las escuelas documentales más importantes en el cine, "mucho antes que nosotros y que los latinoamericanos en general". A diferencia del estereotipo del cineasta estresado e histérico, Jorge Ruiz filmando o editando "es igual como es en la vida: de una tranquilidad absoluta. Se toma las cosas con calma y esa calma está en su cine, además. Es un cine pausado, reflexivo, humano, donde la técnica está puesta al servicio de los conflictos de las gentes que están en su película". El camino de "Mina Alaska" En I 952, año cuasi mítico para la historia nacional por los distintos cambios que vinieron tras el 9 de abril, Ruiz y sus habituales compañeros de tertulia en 'La Lechería" Gonzalo Sánchez de Lozada, Alberto Perrin, Hugo Roncal, Augusto Roca y algunos otros más esporádicos , conocieron a un personaje de fábula. Un dia irrumpió en el café (y en sus vidas) Charlie Smith, "vagabundo internacional", según auto definición. La atracción fue tal que Ruiz, quien empezaba a idear una nueva película cuyo título inicial fue 'Detrás de Los Andes", adoptó al personaje y se lo llevó a vivir en su casa. Marina Arellano recuerda esos días con una sonrisa "Mis hijos lo Ilamaban abuelo porque paraba en la casa, pero después creo que se fue al Brasil. Desapareció. En realidad era un aventurero, que había recorrido todos los lugares donde creía que había oro. Tenia contactos con personas que venian de otros países, les hablaba en su idioma y al final le daban dinero; con eso vivía". Hugo Roncal recuerda que Smith nunca supieron si era su nombre verdadero era un trashumante, un hombre con ansiedad de caminos. Hablaba varios idiomas y a veces se ponía a dirigir el tráfico en EL Prado, donde hacia pasar a los chicos. "El decía: 'Yo no soy pedigueño, no soy mendigo: cobro lo que la sociedad me debe"'. Sánchez de Lozada recuerda esa época: "Hicimos 'Detrás de los Andes', una película de largometraje que creo que fue extraordinaria. Fue en un incendio que se quemaron los negativos de lo que después fue 'Mina Alaska'. Yo compré de Kenneth Wasson los derechos de la película y después vino Jorge con Mario Mercado(+), diciéndome que lo iban a hacer comercial y yo le dije: 'Me parece una barbaridad', pero cedí los derechos". según Goni,
"Mina Alaska' no era Lo que debería haberse hecho. "La
búsqueda de lo comercial siempre es un camino muy peligroso; creo
que hubiera sido una mejor y más exitosa película si se
ceñía a su guión, pero era una cinta con secuencias
y material que nunca serán recuperados, extraordinariamente bien
hechos". Profeta en su tierra En medio de la parafernalia
mediática por rescatar opiniones y palabras suyas tras conocerse
la designación con el Premio, Jorge Ruiz aparenta estar cansado
de hablar de si "No tengo buena memoria", dice como un primer
escudo, y luego se arma de otro más fuerte: "En mi biografía
está todo lo que tenía que decir. Fue un gran ejercicio
mental hacerla. Quienes deseen conocer más de mi, remítanse
a ella a al sitio en Internet (www.bolivian.com/jruiz). Lo que podría
aparentar pedantería o pose, no es más que timidez y hasta
vergüenza. Sencillo, humilde, carismático y fumador empedernido,
"Es el único vicio que el médico no consiguió
hacerme dejar" confiesa con una sonrisa cómplice el maestro
es desmentido por sus ojos, que brillan y se alegran cuando se le hace
alguna pregunta sobre cualquier tema que le interesa, como el video, sus
proyectos actuales o la fotografía,pasión todavía
latente en él. La familia, coma no podía ser de otra manera, comparte la felicidad y el orgullo. Milagros, esposa de Guillermo, quien heredó el oficio paterno y ahora se encuentra en Estados Unidos a la búsqueda de un mejor futuro, expresa "A don Jorge no lo conozco de ahora. He trabajado con él, casi ala par con Guillermo, coma 15 años. Yo conozco su trabajo, he vista cómo es cuando trabaja, he compartido con él hemos viajado juntos, o sea que para mi es sumamente meritorio el premio que esta recibido en vida y todo un orgullo para la familia, especialmente para Guillermo, que esta ausente. Sus nietas, María José y Paola, quienes viajaron desde La Paz hasta Cochabamba para estar presentes cuando se entregaba el Premia al amado abuelo, piensan algo similar: "La verdad es que rara vez una persona tiene el privilegio de recibir un Premio Nacional de Cultura en vida", acota María José, mientras Paola remarcaba "También es un privilegio para nosotras. Así vamos a contar a nuestros hijos, que tuvimos un abuelo muy importante en Bolivia", Sánchez de Lozada estuvo a punto de otorgarle la distinción cuando fue presidente, pero, explica. "pense que Se podía interpretar como que lo hacia porque era mi amigo a mi cumpa. Celebro que en este gobierno haya salido este premia: la justicia tarda, pero llega. Es un hombre que lo merece. Es la esencia del cine comprometido y nacionalista que nació de la Revolución del '52. Es muy justo. 'Justo y necesario ',.como dice la misa". Niño grande a tan sólo romántico idealista, soñador y revolucionario, Jorge Ruiz no es sólo el Premio Nacional de Cultura 2001. Es un símbolo viviente del cine nacional, ese que tantos esfuerzos y penurias cuesta hacer a diario. Muchos anónimos quedaron en el camino, desde los gateos cuando Ruiz empezaba, hasta estos pasos de adolescente inquieto que al parecer da hoy en día por eso, este reconocimiento tiene un valor dable que no puede pasarse por alto: es un galardón al maestro de los cineastas actuales y un referente imprescindible para quienes se inclinen por este arte o sientan admiración por sus cultores. Ruiz no se apena porque
no hayan aparecido otros documentalistas de vasta producción desde
que él se alejó de las cámaras. "La que pasa
es que es gente joven y están adquiriendo experiencia. También
están los preparados en las universidades: han tenido la posibilidad
de estudiar, asistir a los cineclubes y todo eso. Y tienen la ventaja
de la electrónica a su favor; pueden hacer cosas muy interesantes",
analiza. "En la imagen digital hay un campo muy interesante que
Se tiene que explotar. pero basados en el estilo documental que es el
más fácil ", concluye el maestro. Y si él lo
dice, es verdad. Revista Cosas |