RICARDO JAIMES FREYRE (TACNA, 1868 -1933, BUENOS
AIRES) |
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LOS ANTEPASADOS |
(Fragmentos) |
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Hijo soy de mi raza; corre en mis venas |
sangre de Los soberbios conquistadores. |
Alzaron mis abuelos torres y almenas; |
celebraron su gloria Los trovadores. |
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En esa sangre hay ondas rojas y azules; es |
de un solar mi escudo lustre y decoro. |
(En cambo de sinople, faja de gules |
engolada de fieros dragantes de oro). |
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Despiertan en mi mente, con Los |
halagos de su tosca hidalguía, Los |
cronicones, brumosos atavismos, |
recuerdos vagos y un tropel de |
confusas evocaciones. |
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Me iluminan de pronto, con fugaz brillo, |
relampagos que quiero fijar, en vano... En |
que lid, en que claustros, en que castillo |
espada, cruz o lira tuve en mi mano. . . ? |
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LA MUERTE DEL HEROE |
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Aún se estremece y se yergue y amenaza con su espada
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cubre el pecho destrozado su rojo y mellado escudo |
hunde en la sombra infinita su mirada |
y en sus labios expirantes cesa el canto heroico y rudo.
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Los dos Cuervos silenciosos ven de lejos su agonia |
y al guerrero Las sombras alas tienden |
y la noche de sus alas, a Los ojos del guerrero, resplandece
como el día |
y hacia el pálido horizonte reposado vuelo emprenden.
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SOMBRA |
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Oh!, cuan fría está tu mano! Ríes?
Por que‚ ríes? |
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Chocan |
tus dientes Hay alga extraño en tus ojos Tus miradas
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hieren como dagas Me hace daño |
tu risa me aterra el frío de tu mano descarnada: |
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Déjame huir! Ya la noche dolorosa nos rodeo |
con el pavor de sus sombras... Hay un abismo a mis plantas.
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Hay un Clamor en el fondo del abismo. Las tinieblas |
se aglomeran en Los flancos hendidos de Las montañas.
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Oh, esta mano no es la tuya! Por que‚ el frío de esta
mano |
penetra ya hasta mis huesos? Por que‚ brilla una guadaña
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sobre mi frente...? No escuchas ese vago son que llega |
suave y tenue, como el eco de una música lejana? |
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Oh, cuan triste es ese ritmo que suspira en mis oídos
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y conduce hasta mis ojos la amargura de mis lagrimas! |
Oh, cuan triste es ese ritmo! Déjame llorar. Oh, déjame
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arrodillarme! Mis labios sabrán quizá una plegaria.
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Tengo frío. Tengo miedo. Esas sombras que se mueven
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son espectros que en el borde del abismo se entrelazan...
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No me arrastres... Tengo miedo... Tengo miedo del abismo
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Déjame huir... Ya la carne de mis huesos se separa...
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Oh, ese espectro que a mí viene con Los brazos extendidos
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y que absorbe con sus ojos mis pupilas abrasadas! |
Ya mis manos están yertas ya están secas mis
pupilas |
y el gemido del abismo, frio y lúgubre me llama. |
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Vamos ya. Ves como empuja desprendidos eslabones |
hacia el fondo de la cima la cadena de fantasmas? |
Vamos ya. Llévame‚. Siento que el latido de mis venas
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se acompasa con el ritmo de la música lejana; |
con el ritmo dulce y triste, que se mece en Las tinieblas
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y armoniza con mis pesos la caricia de sus alas, |
como esquife |
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columpiando |
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de Las ondas |
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Suavemente... Lentamente, |
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par el blando |
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fugitivas |
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movimiento |
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que se extinguen |
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en la playa. |
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va ondulando en la penumbra, |
en su danza tenebrosa la cadena de fantasmas... |
Vamos ya para Las entrañas de la noche y el espanto...
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Oh, el amor! Oh, la alegría! Oh, la dicha! |
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Oh, la esperanza! |
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PEREGRINA PALOMA IMAGINARIA |
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Peregrina paloma imaginaria |
que enardeces Los últimos amores; |
alma de luz, de música y de flores |
peregrine paloma imaginaria. |
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Vuele sobre la roca solitaria |
que baña el mar glacial de Los dolores; |
haya, a tu peso, un haz de resplandores, |
sobre la adusta roca solitaria... |
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Vuele sobre la roca solitaria |
peregrine paloma, ala de nieve |
como divino hostia, ala tan leve... |
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Como un copo de nieve; ala divino, |
copo de nieve, lirio, hostia, neblina, |
peregrine paloma imaginaria... |
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SIEMPRE |
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Tú no sabes cuanto sufro! Tú que has puesto
mis tinieblas |
en mi noche, y amargura mas profunda en mi dolor! |
Tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida
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en mi oído la caricia dolorosa de tu voz. |
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Palpitante como un beso; voluptuosa como un beso; |
voz que halaga y que se queja; voz de ensueño y de
dolor. |
Como sigue el ritmo oculto de los astros el océano‚
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mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz. |
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Oh, me llamas y me hieres! Voy a ti como un sonámbulo
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con los brazos extendidos en la sombra y el dolor... |
Tú no sabes cuanto sufro! cómo aumenta mi martirio
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temblorosa y desolada, la caricia de tu voz. |
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Oh, el olvido! El fondo obscuro de la noche del olvido |
donde guardan los cipreses el sepulcro del Dolor! |
Yo he buscado el fondo obscuro de la noche del olvido, |
y la noche se poblaba con los ecos de tu voz... |
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LO FUGAZ |
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La rosa temblorosa |
se desprendió del tallo, |
y la arrastró la brisa |
sobre las aguas turbias del pantano. |
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Una onda fugitiva |
le abrió su seno amargo |
y estrechando a la rosa temblorosa |
la deshizo en sus brazos. |
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Flotaron sobre el agua |
las hojas como miembros mutilados |
y confundidas con el lodo negro |
negras, aún mas que el lodo, se tornaron, |
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pero en las noches puras y serenas |
se sentia vagar en el espacio |
un leve olor de rosa |
sobre las aguas turbias del pantano. |
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ENTRE LA FRONDA |
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Junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa |
del sol, como un prodigio de viviente escultura, |
nieve y rosa su cuerpo, su rostro nieve y rosa |
y sobre rosa y nieve su cabellera oscura. |
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No altera una sonrisa su majestad de diosa, |
ni la mancha el deseo con su mirada impura; |
en el lago profundo de sus ojos reposa |
su espíritu que aguarda la dicha y la amargura. |
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Sueño del marmol Sueño del arte excelso, digno
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de Escopas o de Fidias, que sorprende en un signo, |
una actitud, un gesto, la suprema hermosura. |
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Y la ve destacarse, soberbia y armoniosa, |
junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa |
del sol, como un prodigio de viviente escultura. |
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EL CAMINO DE LOS CISNES |
(Fragmentos) |
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Crespas olas adheridas a las crines |
de los ásperos corceles de los vientos; |
alumbradas por rojizos resplandores, |
cuando en yunque de montañas su martillo bate el trueno.
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Crespas olas que las nubes obscurecen |
con sus cuerpos desgarrados y sangrientos, |
que se esfuman lentamente en los crepúsculos, |
turbios ojos de la Noche, circundados de misterio. |
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Crespas olas que cobijan los amores |
de los monstruos espantables en su seno, |
cuando entona la gran voz de las borrascas |
su salvaje epitalamio, como un himno gigantesco. |
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Crespas olas que se arrojan a las playas |
coronadas por enormes ventisqueros, |
donde turban con sollozos convulsivos |
el silencio indiferente de la noche de los hielos. |