Las letras bolivianas recuerdan importantes
aniversarios durante el año que se ha iniciado hace poco.
Acaso los más notables sean los centenarios
de nacimiento de tres grandes escritores:
Medinaceli fue crítico literario, el mayor durante la primera mitad del siglo XX, y narrador. Predicó incansablemente la necesidad de que nuestra literatura enraíce sus producciones en la tierra boliviana rica en paisajes, costumbres y personajes, en lugar de inspirarse en inquietudes de otros sitios del planeta. Conoció mucho las letras europeas y con apoyo en ellas y en sus convicciones personales, muy firmes, valoró con gran capacidad diversos libros y autores de su época. Su novela "La Chascañawi" (la de los ojos de estrella), apartándose la moda imperante, trazó el elogio franco de la mujer del pueblo, la chola, mestiza hiperactiva y de espíritu creador, frente a la dejadez de las figuras de la alta sociedad, y de la abulia de las mujeres de origen indígena. Medinaceli fue uno de los fundadores del movimiento generacional "Gesta bárbara", que en 1918 se rebeló contra la indiferencia del ambiente hacia los valores del espíritu y sacudió la vida provinciana, adormecida por la inercia, que caracterizaba a nuestras ciudades durante esos años. Avila Jiménez fue esencialmente poeta, formado en París, donde vivió diez años. Camino detrás de la poesía pura, cristalina, transparente, enemiga de las complicaciones. El escritor mira hacia lo universal y atiende con esmero a la fuerza expresiva de la palabra o, diríamos, a sus mágicos poderes, de los que quiere apropiarse. Soledad y nostalgia llenan el ambiente donde el poeta trabaja con empeño. En 1988 se han reunido sus "Obras completas",
en un, volumen no muy extenso pero si importante. El poema "Signo" capta
de esta manera la fragilidad de su propio ser y de la mujer amada:
Octavio Campero Echazú es el entrañable
poeta del paisaje y las gentes del Sur boliviano, parecidos a la tierra
andaluza de España.
La poesía de este autor transcribe las
vistosas danzas lugareñas; el rumor del agua que corre limpia por
la vega; el vibrar del aire sacudido por la música y el repiqueteo
de las campanas; el verdor de los campos; la gracia natural de las mujeres;
la copla que expresa el sentimiento de los corazones. Podría decirse
que el romancero de Campero Echazú "Amancayas” publicado en 1942,
es el más representativo de su obra, entre otras razones porque
erige en símbolo de1 mundo chapaco a esa sencilla flor que es la
azucena silvestre, típica de la región.
Otros centenarios de nacimiento son los de Jesús Lara, José Enrique Viaña y Tristan Marof. Hace también cien años, murieron los importantes escritores José Vicente Ochoa, Modesto Omiste y Lindaura Anzoátegui de Campero. Citemos asimismo el cincuentenario de
dos muertes muy sentidas:
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